martes, 20 de abril de 2010

Leyenda

Era ya entrada la noche, la Luna y las estrellas conquistaron el cielo negro azabache. Dentro de una envidiable casita situada en una gran parcela, todavía está despierta su dueña. Hermosa y de larga melena dorada, piel nívea y dos intensos océanos por ojos. Vestido largo y blanco sin mangas, completamente pegado a su cuerpo y un fino pañuelo de seda cubriendo sus hombros. En sus pies, unas sandalias con una correa muy fina alrededor del pulgar y otra sujetándose en su tobillo, negras con pequeños diamantes. La tenue luz de un pequeño candelabro situado sobre el piano de color blanco marfil ilumina escasamente el gran salón, con suelo y paredes de mármol. Entra la joven y toca una melancólica y triste melodía fluida, que transmite una sensación de dulce tristeza serena, la mejor para romper un corazón en mil pedazos. No ha venido su esperada visita, quien lo había prometido solemnemente. Mas no ha faltado voluntariamente. Él habría deseado cumplir aquel juramento, pero no ha dependido de él, sino del trágico destino que le deparaba y se cumplió. Desde donde se encontraba en el momento de marchar partió, el camino que le conducía a donde debía ir estaba siguiendo. Mientras recorría el sendero advirtió un llamativo rosal de inmaculadas rosas. Sin haber conocido jamás la terrible maldición que estaba atribuida a tan hermosas flores, cortó una con sus propias manos. El letal veneno que contenían corrió por sus venas, conduciendo toda la sangre de su cuerpo a la herida que se había abierto en sus dedos al cortarla. Se armó de valor, pues había hecho una promesa a la mujer a quien amaba, y el estar la muerte cada minuto un paso más cerca le motivó aún más para sentir la necesidad de cumplirla, pues si no la podía llegar a efectuar, lo último que habría hecho en su vida sería un juramento sin cumplir. Pisó los dominios del jardín de su amada y cayó desplomado, sin haber llegado ni siquiera a la puerta, sin haber llegado a despedirse, sin haber llegado al último “te quiero”, sin haber logrado entregarle la rosa, el último regalo de amor que le haría y que había causado su expiración. La mujer lo descubrió dos horas después de su muerte, dos horas después del momento acordado para su visita deseada. Advirtió la rosa, tendida en la palma de su mano abierta con las espinas llenas de sangre. Pero la rosa era ahora negra. La melodía afligida y la tragedia en la mente de la mujer se fundieron en el aire y viajaron hasta la tumba que ella misma había construido en su propio jardín. Fue el recuerdo doloroso día a día en su parcela la que acabó también con la vida ya sin sentido de la mujer. Cuando no quedaba una sola lágrima que rodara por su rostro, la muerte se apiadó de ella y se la llevó a aquel lugar misterioso donde estaba ahora el hombre, a aquel lugar que todos dicen que es mejor que la Tierra. En el fondo da igual, pues pudieron estar juntos en la eternidad. Cada noche una melodía dulcemente triste, como la que tocó la mujer todas las noches hasta que se la llevó la Muerte, suena en la casa deshabitada. Las teclas del piano de color blanco marfil se hunden solas y golpean las cuerdas creando una melodía conducida por el aire a donde quiera, y una rosa negra nace en el jardín con la Luna cada noche y se marchita con el Sol cada amanecer.

Silvy

2 comentarios:

irene dijo...

holaaa soy la misma chica que te comento la entrada de ''¿q es amor?''
he de decirte, q escribes maravillosamente bien. es precioso. hay pocas cosas que toquen el corazon, y esto que esciribiste, lo toca.
te felicito por ello y te animo a que sigas escribiendo este tipo de cosas porque lo haces muy bien:D

Silvy* dijo...

muchas, muchas gracias :D
¿en serio ha tocado el corazón? Que biennn :D Gracias por comentarme ^^ y por animarme :)

un beso!